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Siempre estamos hablando de la necesidad de criar a nuestros hijos con respeto, es decir, sin coacciones, sin forzarles, mostrándonos atentos a sus verdaderas necesidades emocionales y fisiológicas, acompañándoles con cariño, comprensión y madurez, sin violencia, sin etiquetas, sin gritos, sin castigos, sin premios, sin chantajes, ni manipulaciones, etc.

Pero ¿Por qué es tan importante para nuestros hijos que les criemos con respeto?

Hoy vamos a intentar contestar de forma resumida a esta cuestión crucial.

Porque sabrán amarse y amar a los demás, reconocerse como ser humano de plenos derechos, cuidarse, preocuparse por sí mismos y por las otras personas. Han crecido respetados y sabrán respetarse a ellos mismos y a los demás.

Porque no tendrán necesidad de llamar la atención para que le valoren, le hagan caso, para sentirse vivos. Ellos mismos conocerán su valía, podrán tomar decisiones por sí mismos, sabrán que son importantes per se y no anhelaran, ni necesitarán, las palabras y los premios de otras personas para sentirse reconocidos. Desde luego que compartirán con los demás y aceptarán de buen grado consejos y consuelo, pero no convertirán los halagos y los premios en algo que resulta imprescindible en sus vidas para poder sentirse bien.

Porque si alguien no les hace caso, no les importará, no se sentirán mal, poca cosa, carentes de relevancia. Pensarán que esa persona no tiene ganas de hablar, de estar con él/ella en ese momento, lo respetarán y no se preocuparán.

Porque sabrán lo que realmente necesitan. No actuarán movidos u obligados por las necesidades de los demás, podrán reconocer las suyas propias.

Porque sabrán lo que es bueno para él/ella. Al saber valorarse y tener un buen concepto de sí mismos, sabrán reconocer relaciones tóxicas, trabajos alienantes, situaciones comprometidas para su seguridad o su estabilidad emocional. También, sabrán compartir sus vidas con amigos y personas que les quieran, sean saludables para ellos, les acompañen desde la comprensión y el respeto. Como diría Ramón Soler, sabrán encontrar otras naranjas, no necesitarán de medias naranjas para sentirse completos.

Porque conocerán sus preferencias. A medida que vayan creciendo podrán reconocer sus cualidades, “su elemento”, sabrán enfocarse hacia aquellas actividades que les llenen, para la que estén dotados y que les apasionan.

Porque sus mochilas irán mucho más ligeras que las nuestras. Nuestros hijos no están libres de frustraciones, de problemas, de accidentes, de enfermedades, todos arrastramos carencias y circunstancias adversas en la vida, pero, por lo menos, ellos no tendrán que cargar también con el peso de la violencia, las coacciones, los chantajes, la agresividad, el desamor, la incomprensión, las etiquetas, etc.

Porque sabrán ponerse en el lugar de los otros, serán empáticos y altruistas, no necesitarán bienes materiales o paraísos artificiales para llenar su vacío interior. Ellos, no arrastraran ese vacío formado por carencias, desamor, soledad e incomprensión.

Porque no serán sumisos, ni profesarán una obediencia ciega a todo tipo de autoridad.

Texto: Elena Mayorga